Hace 55 años, Alan Shepard se convirtió en el segundo ser humano en el espacio el 5 de mayo de 1961 a bordo de una nave Mercury.
En la mañana siguiente al vuelo de Gagarin, un miembro del equipo de relaciones públicas de la NASA entraba en la habitación del hotel donde se hospedaba el astronauta Alan Shepard en Cabo Cañaveral para darle la noticia. Encendieron la televisión y, sin poder creerlo, contemplaron cómo millones de ciudadanos soviéticos daban la bienvenida al nuevo héroe en la Plaza Roja de Moscú. Shepard, quien a la postre sería el segundo ser humano en el espacio, de temperamento altamente competitivo, pegó tal puñetazo en la mesa que el oficial de relaciones públicas temió que se hubiera roto la mano.
En un momento dado, la misión espacial de Shepard estuvo planeada para marzo de 1961; sin embargo, a finales de enero, el vuelo de prueba de una nave Mercury con el chimpancé Ham a bordo, a pesar de que fue considerado un éxito, no fue lo suficientemente perfecto como para que Wernher von Braun, el genio alemán responsable del diseño de los cohetes americanos, estuviese decidido a acometer un vuelo humano en la siguiente ocasión. Von Braun quería una prueba más antes de confiar a Shepard al espacio. Aquello contrarió profundamente al astronauta ya que juzgaba que el problema técnico causante de la anomalía en el vuelo de Ham estaba identificado y argumentaba que, puesto que la solución era conocida, su vuelo debería ser el próximo. Disgustado, exclamaba que perder la oportunidad de batir a los soviéticos se debería sólo a la «cabezonería alemana».
La NASA respaldó finalmente la decisión de von Braun, pero la prudencia del Consejo Científico del presidente Kennedy fue mucho más lejos. Aterrado ante la posibilidad de que el primer astronauta americano muriese en el espacio, el Consejo recomendó que antes del vuelo de Shepard se realizaran por lo menos otros 12 vuelos con chimpancés. Los chistes en la prensa americana no se hicieron esperar «Shepard, el eslabón perdido entre el hombre y el mono», «La plantación de bananeros en Cabo Cañaveral: el negocio del futuro». La recomendación del Consejo Científico no fue tomada en consideración, pero el debate sobre cómo proceder y el vuelo extra finalmente impidieron que Estados Unidos se adelantara a la Unión Soviética en el hito de enviar al espacio al primer ser humano.
Alan Shepard se convirtió en el segundo ser humano en el espacio el 5 de mayo de 1961 -hace ahora 55 años- a bordo de una nave Mercury que bautizó con el nombre de Freedom 7 (Libertad 7), con el número en referencia al grupo original de 7 astronautas. Su vuelo fue suborbital ya que EEUU aún no poseía un cohete calificado para ser tripulado con la potencia suficiente como para poner una cápsula Mercury en órbita alrededor de la Tierra, con lo que la misión espacial de Shepard consistió en volar una trayectoria parabólica con una altitud máxima de 187 km en el que se dieron 5 minutos de ingravidez, y que duró 15 minutos y medio desde el lanzamiento hasta el amerizaje.
El vuelo de Shepard, aunque más limitado que el de Gagarin por no orbitar la Tierra, principalmente contrasta con este en el hecho de que uno de sus objetivos era probar la capacidad del astronauta para controlar la nave manualmente. Mientras que Gagarin nunca tomó los mandos de su Vostok, Shepard tuvo a su disposición hasta tres modos de control manual.
Además de probar el sistema de control automático durante el vuelo, Alan Shepard ejecutó manualmente varias maniobras de cambio de orientación en el espacio, maniobró manualmente a la orientación requerida para iniciar el encendido de retropropulsión, necesario para volver a la Tierra a tiempo, mantuvo constante la orientación requerida durante dicho encendido manualmente, y controló manualmente las velocidades angulares de la nave durante la primera parte de la reentrada hasta poco después de que se pasara el punto de mayor desaceleración en la atmósfera, que en este vuelo fue de 11,6 g, lo que provocó que Shepard se sintiera oprimido contra su asiento con una fuerza de 11,6 veces la de su propio peso.
El vuelo de Shepard fue todo un éxito, pero alguno de los momentos más curiosos que tuvieron lugar en relación a él se produjeron antes del lanzamiento: durante la cuenta atrás. Cuando Shepard quedó acomodado en el interior de la nave, con la escotilla cerrada, esperando su momento, no pudo evitar pensar en la posibilidad de cometer un error. También en contraste con el vuelo de Gagarin, el de Shepard fue anunciado y retransmitido en directo por la televisión, y el perfil del vuelo con las actividades del astronauta había sido hecho público a través de la prensa, con lo que su éxito o su fracaso sería evidente a todo el mundo. De hecho, se estima que fueron más de 40 millones las personas que vieron su vuelo en directo solo en EEUU. La presión y la responsabilidad del momento lo indujeron a pronunciar lo que hoy se conoce como el ‘rezo del astronauta’ cuando se dijo a sí mismo «don’t screw up, Shepard» (no metas la pata).
Su principal preocupación fue, en efecto, no cometer un error. Pero el peso de la responsabilidad era sentido por todo el personal involucrado. Lo mismo había tenido lugar con el vuelo de Gagarin tres semanas antes al otro lado del Telón de Acero. Sergei Koroliov, el Diseñador Jefe del programa espacial tripulado soviético reconoció no haber podido dormir la noche víspera del vuelo y admitió que durante la misión tuvo que tomar pastillas tranquilizantes para aliviar la tensión del momento. Cuentan que en Cabo Cañaveral, algún miembro del equipo de apoyo de los controladores de vuelo fue visto vomitando sobre la consola momentos antes del lanzamiento de Shepard.
De haber ido todo bien durante la cuenta atrás, Alan Shepard solo tendría que haber esperado en el interior de la nave 2 horas y 5 minutos hasta el momento del lanzamiento; sin embargo, la aparición de una serie de problemas hizo que este se retrasara cada vez más. En un momento dado, al «hombre en la lata» le acuciaron las ganas de vaciar la vejiga. Los planes de vuelo no contemplaban aquella posibilidad, especialmente en un vuelo que iba a durar 15 minutos. Shepard pidió entonces permiso para abandonar la nave y hacer sus necesidades; pero, en otro episodio de tensión entre el astronauta y von Braun, este se lo denegó «el astronauta permanece en la cápsula».
Ante la presión de la necesidad, Shepard no tuvo más opción que evacuar la vejiga in situ. Para prevenir un posible cortocircuito se desactivó la corriente que alimentaba los sensores médicos que llevaba unidos al cuerpo, incluido el termómetro insertado en su recto. Una vez aliviado y esperado un tiempo prudencial para que el residuo se evaporara gracias al sistema de ventilación en el traje, el sistema eléctrico fue activado de nuevo. Los relaciones públicas de la NASA sintieron pavor ante la posibilidad de tener que anunciar al mundo que el primer astronauta americano había muerto electrocutado en su propia orina; pero, afortunadamente, también para ellos, Shepard no sufrió ninguna descarga.
Los minutos se acumulaban, y Alan Shepard empezaba a sentirse impaciente, hasta el punto de tenerle que recordar que se abstuviera de decir palabras malsonantes ya que todo estaba siendo grabado. En un momento dado, ante un nuevo parón en la cuenta atrás debido a otro problema técnico, el astronauta exhortó a la dirección del vuelo con otra de sus frases célebres «¿por qué no arregláis vuestro pequeño problema y encendéis esta vela?». Después de cuatro horas y cuarto en el interior de la Mercury, Shepard fue finalmente lanzado al espacio.
En 1971 Shepard fue el único de los 7 astronautas originales del programa Mercury que viajó a la Luna. Lo hizo como comandante del Apolo 14. En la Luna permaneció un día, 9 horas y 30 minutos junto con su compañero de misión, Edgar Mitchell.
Por ser suborbital, incluso en EE.UU., el vuelo de Shepard no recibe la atención histórica y mediática con la que cuenta el vuelo de John Glenn de 1962, la primera misión orbital de EE.UU. Sin embargo, los 15 minutos de Shepard fueron los que abrieron el camino del programa espacial tripulado americano con un vuelo en el que se probaron con éxito todos los sistemas de las naves Mercury.
Con los años, Alan Shepard acabó reconociendo que la decisión que Wernher von Braun tomó en 1961, que le apartó de la posibilidad de ser el primer ser humano en el espacio, y que apartó a EE.UU. de conseguir ese hito, fue una «decisión madura» que antepuso el éxito del programa a una ventaja propagandística temporal. Alan Shepard murió de cáncer el 21 de julio de 1998 en Monterey, California.
Que buena onda por el astronauta SHEPARD,