El pasado 23 de marzo se cumplió el 50 aniversario de la primera misión tripulada del programa Gemini: la Gemini 3, a la que su comandante, Gus Grissom, bautizó como ‘La insumergible Molly Brown’ debido a un incidente que se produjo en 1961 y en el que a punto estuvo de perder la vida.
Situado entre el programa Mercury con el que EEUU puso a sus primeros astronautas en el espacio a principios de los ’60 y el programa Apolo por el que se llegó a la Luna, el programa Gemini siempre ha pasado un tanto desapercibido para el gran público. Sin embargo, Gemini fue un programa absolutamente clave en el que, a lo largo de 10 misiones tripuladas, voladas en un lapso de poco más de año y medio, se consiguió probar en órbita alrededor de la Tierra, y a veces por primera vez en la historia, muchas técnicas -maniobras orbitales (cambios de órbita), maniobras de aproximación y atraque a otros vehículos en el espacio o actividades extravehiclulares, por ejemplo-, que serían necesarias para adquirir madurez en capacidades operativas en el espacio y para que los vuelos lunares fueran posibles.
Las cápsulas Gemini tuvieron capacidad para dos astronautas (las Mercury tuvieron capacidad para un tripulante y las Apolo para tres). La Gemini 3 estuvo tripulada por Virgil I. «Gus» Grissom como comandante y John W. Young como piloto, y en esta misión se realizaron las primeras maniobras orbitales de la historia en el espacio. Hasta ahora, todas las naves (tanto soviéticas como americanas), habían realizado sus vuelos espaciales en la órbita planeada en la que les situaban sus respectivos lanzadores cohete; para salir de ella solo en el momento de deorbitar para volver a la Tierra. La Gemini 3 consiguió modificar las dimensiones de su órbita original así como su inclinación, lo que constituyó un gran avance para conseguir el encuentro y atraque entre naves en el espacio, algo que también se logró por primera vez en la historia en misiones posteriores dentro del programa Gemini.
Aparte de conmemorar el 50 aniversario del inicio del histórico programa Gemini, hay otra razón por la que me apetecía hablar acerca de su primera misión tripulada. Quería hacerlo para tratar un episodio que fue protagonizado por su comandante, Gus Grissom, y que tiene que ver con un aspecto más humano de la aventura espacial; pero, para entenderlo, hay que remontarse primero a un incidente que aconteció unos años antes, en 1961.
Gus Grissom había sido seleccionado dentro del primer grupo de siete astronautas del programa espacial americano en 1959 para volar las naves Mercury. En concreto, Grissom fue asignado al segundo vuelo dentro de este programa, que tuvo lugar el 21 de julio de 1961, y por el que se convirtió en el tercer hombre en el espacio (después de Yuri Gagarin y Alan Shepard). Su vuelo a bordo de la cápsula Mercury, a la que llamó ‘Liberty Bell’ (‘Campana de la Libertad’, un símbolo de la historia de independencia en EEUU), fue todo un éxito; sin embargo, cuando la nave ya había amerizado en el Atlántico, y mientras Grissom esperaba tranquilamente en su interior a que los equipos de rescate se aproximaran a la nave, el sistema pirotécnico de apertura de la escotilla, de repente, y sin aparente razón alguna, se detonó, haciendo salir despedida a la escotilla hacia el exterior; el agua comenzó a entrar en la nave y Grissom tuvo que escapar de ella con rapidez.
Los pilotos del primer helicóptero de rescate fueron testigos de lo que estaba pasando y vieron cómo Grissom se alejaba nadando con rapidez de la cápsula, pero su misión principal era la de recuperar la nave y, acostumbrados a ver que los astronautas se sentían bastante cómodos en el agua durante los entrenamientos, decidieron de forma instintiva tratar de rescatar la Liberty Bell. Sin embargo, debido a que el agua entraba en su interior, la nave cada vez pesaba más, lo que complicaba sobremanera su recuperación. Fue así hasta el punto que el helicóptero llegó a tener sus tres ruedas dentro del agua cuando se confirmó a bordo que su sistema había apresado la nave, que se encontraba prácticamente sumergida.
Gus Grissom podía observar toda esta operación a poca distancia mientras conseguía mantenerse a flote; algo que cada vez le costaba más esfuerzo ya que, poco a poco, iba perdiendo flotabilidad. El aire atrapado en el interior de su traje se escapaba a través de la junta elástica del cuello y por la válvula para la entrada de oxígeno. Cuando el helicóptero se disponía a hacer descender un cable de rescate para Grissom, una luz de emergencia se encendió en el panel de instrumentos indicando que el motor se sobrecalentaba en su intento por recuperar la cápsula. Ante la posibilidad de un fallo inminente en el motor, la labor de salvamento del astronauta se transfirió al segundo helicóptero que venía de camino y la labor de recuperación de la nave, aunque se intentó durante un rato más, tuvo que ser finalmente abortada.
Mientras tanto, a Gus Grissom cada vez le costaba más mantenerse a flote, y el cansancio empezaba a hacer estragos. El movimiento de agua presente en la zona más las olas que levantaban los mismos helicópteros exigían de Gus un esfuerzo cada vez mayor para evitar hundirse. Finalmente, cuando ya se encontraba en una situación desesperada y al borde del colapso, el segundo helicóptero le lanzó un cable del que se colgó de la primera forma, nada ortodoxa, que le fue posible. Había estado en el agua entre 4 y 5 minutos, pero, exhausto, aquellos pocos minutos le habían parecido una eternidad.
La cápsula se fue al fondo y una sombra de duda comenzó a volar sobre la actuación de Gus Grissom. Nadie podía explicar cómo fue posible que la escotilla saltara sola por los aires. Se llevaron a cabo innumerables pruebas bajo severísimas condiciones para comprobar si una escotilla similar podría detonarse por sí sola en alguna condición que no hubiera sido identificada con anterioridad al vuelo, pero el suceso no se pudo reproducir. Gus Grissom, por otra parte, se limitaba a reafirmarse en que él no había hecho saltar la escotilla, ni siquiera accidentalmente. Para agravar más la situación, la prensa no se centró para nada en lo exitoso que había sido su vuelo sino que no cesó en su indagación inquisitoria para saber cómo «Gus había contribuido a la pérdida de la nave». El segundo tipo de preguntas ante las que Gus tuvo que dar cuenta versó acerca de si había sentido que su vida había estado en peligro en algún momento. Un Gus honesto respondió «Bien, tuve miedo durante bastante rato, creo que esa es una muy buena indicación». Uno de los reporteros, acaso sin poder creer lo que acababa de oír, insistió «tuvo ¿qué?»; Gus, replicó «miedo, ¿ok?». Tratando de ser honesto y humilde, Gus acababa de cometer un grave error. Al día siguiente, los titulares de todo el país reflejaron variaciones de un único tema: «¡Un astronauta admite que tuvo miedo!».
Todos aquellos episodios fueron muy duros para Gus Grissom. La pérdida de la nave y el escarnio mediático cayeron sobre él como una losa «Fue especialmente duro para mí, como piloto profesional. En todos mis años de vuelo, incluidos los que combatí en Corea, esta fue la primera vez que mi nave y yo no volvíamos juntos». En julio de 1999, la cápsula Liberty Bell fue recuperada del fondo del mar por una iniciativa comercial liderada por Curt Newport; sin embargo, nada pudo encontrarse que pudiera esclarecer la razón por la que el mecanismo de apertura de la escotilla pudo haberse detonado. Si bien se barajan algunas hipótesis para explicar la detonación, lo cierto es que este episodio siempre será un misterio por resolver. Sin embargo, hay un factor que siempre jugará a favor de Gus Grissom: activar el sistema de apertura de la escotilla desde el interior de la cápsula resultaba en un pequeño moratón en la mano, un moratón que mostraron otros astronautas del programa Mercury y que Grissom no tenía después de su vuelo.
Independientemente de todo esto, Gus Grissom gozaba de una gran reputación en el cuerpo de astronautas y era reconocido como un gran piloto y un gran ingeniero. Muestra de ello es que fue asignado como comandante al primer vuelo tripulado de una nave Gemini. A pesar de todo, en el ámbito público y mediático, Gus Grissom fue conocido como «el astronauta que perdió su nave». A Gus le dolía aquella reputación y la odiaba, pero decidió no huir de ella; por el contrario, decidió plantársela a todos en la cara: en su siguiente misión, la de la Gemini 3, Gus Grissom llamó a su nave ‘Molly Brown’, en referencia al musical ‘La Insumergible Molly Brown’ (‘The Unsinkable Molly Brown‘, traducida al español como ‘Molly Brown, siempre a flote’), que retrataba en forma de ficción la vida de Margaret Brown, una de las supervivientes del hundimiento del Titanic.
Ya en la misión Gemini 3, y después de un exitoso vuelo espacial, debido a un error en la caracterización aerodinámica de la nave, la reentrada atmosférica de Molly Brown resultó en un amerizaje a unos 111 km del punto planeado, con lo que la espera de la tripulación a los equipos de rescate acabó siendo bastante más larga de lo normal. Pronto, el aumento de la temperatura dentro de la nave, expuesta sin más bajo el sol, y el intenso oleaje en el Atlántico hicieron que Grissom y Young acabaran mareándose. Una nave espacial no está hecha para comportarse como un bote en el mar, y el continuo cabeceo y balanceo de la nave junto con el calor, cada vez mayor, durante 45 largos minutos, acabaron pasando factura a la tripulación. Young pudo contener su desayuno, pero Gus Grissom sucumbió a su mareo y comenzó a vomitar. Lo vomitó todo, se sintió de forma miserable, pero no abrió la escotilla. No la abrió hasta que el collar de flotación fue puesto alrededor de la nave por los equipos de rescate. Gus Grissom no iba a perder su nave esta vez. Su nave, Molly Brown, era, esta vez, insumergible.
Muy buen relato ,lo cierto es que todos los que fuimos al espacio sentíamos terror de ello ,pero una vez a bordo te concentraba en lo que tenias que hacer y no te dabas cuenta de lo que hacías hasta que estabas de nuevo en tu casa y la adrenalina fluía y esperabas el otro lanzamiento to