Yuri Gagarin fue el primer ser humano en viajar al espacio. Pero aquel histórico viaje realizado el 12 de abril de 1961, hace 55 años, no estuvo libre de incidencias.
El 12 de abril de 1961 a las 09:26 de la mañana, hora de Moscú, una de las estaciones de inteligencia electrónica de la CIA situada en Alaska interceptaba la transmisión de una nave soviética que había sido lanzada al espacio pocos minutos antes. Las imágenes de televisión del interior de la nave reflejaban que no se trataba de uno de los prototipos no tripulados o tripulados por perros que la CIA había detectado en otras ocasiones; la figura humana que se apreciaba no correspondía esta vez a la de un maniquí, como el que los soviéticos emplazaron en el interior de la nave que lanzaron el 9 de marzo de ese mismo año, y al que ellos mismos llamaban con sentido del humor Ivan Ivanovich. En esta ocasión, las imágenes claramente mostraban un ser humano moviéndose en el interior.
Una hora después del lanzamiento, una vez que se había verificado que la misión avanzaba con éxito, la agencia oficial de noticias soviética TASS radiaba la noticia que hasta ese momento había sido guardada bajo el más absoluto secreto: «La primera nave-satélite ‘Vostok’ del mundo con un humano a bordo fue puesta en órbita alrededor de la Tierra desde la Unión Soviética. El piloto-cosmonauta de la nave-satélite espacial ‘Vostok’ es un ciudadano de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Mayor de Aviación Yuri Alekseyevich Gagarin».
En 1957 los soviéticos habían sido los primeros en poner un satélite en órbita, el Sputnik, y ahora habían vuelto a batir a los americanos en la carrera espacial. Yuri Gagarin, el joven y carismático cosmonauta de 27 años, automáticamente ascendido a Mayor de Aviación gracias a su heroico vuelo, pasaba a la historia aquella mañana de abril como el primer ser humano en atravesar la frontera espacial.
Mientras Nikita Krushchev felicitaba a Gagarin y ponía su hazaña en perspectiva «Yuri, acabas de hacerte inmortal», al otro lado del Telón de Acero, Kennedy admitía públicamente que Estados Unidos iba a la zaga en la carrera espacial y reconocía que aún pasaría algún tiempo hasta que alcanzaran a los soviéticos.
Aquella declaración no solo estaba fundamentada en el hecho de que los soviéticos hubieran sido los primeros, sino también en que el perfil planeado para el primer vuelo americano tripulado al espacio se mostraba mucho más limitado y rudimentario que el soviético. Estados Unidos aún carecía de cohetes calificados para vuelos tripulados que pudieran poner una nave Mercury en órbita, por lo que la NASA planeaba 15 minutos de vuelo suborbital frente a la hora y 48 minutos de vuelo orbital de Gagarin.
Sin embargo, aunque desconocido en aquel tiempo por el resto del mundo, el vuelo de Gagarin no se produjo sin incidentes. Por una parte, aunque no muy relevante, el apogeo de la órbita (el punto de la trayectoria más alejado de la Tierra) fue 70 kilómetros más alto que el planeado, lo que no indicaba un gran desempeño por parte del cohete lanzador.
Por otra parte, después del encendido para deorbitar la nave e iniciar el descenso a la Tierra, el módulo de instrumentos, que debía separarse del módulo de descenso (la cabina del cosmonauta), no se separó y permaneció ligado a este a través del cable umbilical. Gagarin supo ahí que estaba entrando en problemas. La cabina esférica con el cosmonauta a bordo debía efectuar la reentrada por sí sola; en ningún caso estando unida al módulo de instrumentos ya que las propiedades aerotermodinámicas del conjunto no eran compatibles con una reentrada segura.
Estando unidos por el cable umbilical hacía que el conjunto se comportase como dos masas unidas por un cordón, con lo que, al encontrarse con las primeras capas de la atmósfera a varios kilómetros por segundo, los dos módulos comenzaron a dar tumbos y giros de forma caótica. El calentamiento provocado por el roce con la atmósfera hizo, después de varios minutos, que el cable cediera y que ambos módulos se separaran; pero, al hacerlo, la cabina recibió una última sacudida que la imprimió rotaciones tan severas que Gagarin comenzó a ver borroso su panel de instrumentos mientras su visión empezaba a tornarse gris.
Finalmente, su nave se estabilizó, pero de haber permanecido unidos ambos módulos más tiempo durante la entrada atmosférica, las consecuencias habrían podido ser fatales para Gagarin. Conocedor de la situación y de sus implicaciones, Yuri Gagarin mostró una gran entereza y calma durante el episodio, cuya existencia se mantuvo en secreto hasta 1991.
Hay otros dos aspectos curiosos e interesantes de la misión de Gagarin que contrastan con el vuelo espacial que Alan Shepard realizara el 5 de mayo de ese mismo año a bordo de una nave Mercury. En primer lugar, mientras que una parte de los objetivos del vuelo de Shepard consistía en demostrar la capacidad del astronauta para maniobrar la nave, ese nunca fue el objetivo en el lado soviético y, de hecho, Yuri Gagarin nunca tomó los mandos de su Vostok.
Los especialistas soviéticos temían que el piloto arruinara la misión en su intento por controlar la nave, y los médicos del programa pensaban que no podría reaccionar adecuadamente debido al estrés del vuelo, por lo que el sistema de control de orientación de la Vostok estuvo bloqueado intencionadamente para que el cosmonauta no pudiera manipularlo. A Gagarin, sin embargo, le fue entregado un sobre cerrado con el código de tres dígitos para desbloquearlo sólo en caso de extrema necesidad.
En segundo lugar, para que un récord de altitud fuera reconocido internacionalmente, se requería que el piloto fuera lanzado y que aterrizase o amerizase en el mismo vehículo. Este, curiosamente, no fue el caso en el vuelo de Gagarin ya que su misión estuvo diseñada para que eyectara de la cápsula a unos 7 kilómetros de altitud, para luego descender gracias a un paracaídas. Las autoridades soviéticas mantuvieron oculto este detalle hasta 1971, lo que forzó a Gagarin a no decir la verdad cada vez que era cuestionado sobre su aterrizaje durante las incontables ruedas de prensa en las que compareció durante su gira mundial posterior al vuelo.
Nada de esto debe ser entendido para desmerecer el vuelo de Gagarin, sino como anécdotas históricas relacionadas con esta primera misión tripulada al espacio.
Son muchos los aspectos técnicos y humanos que hubieron de funcionar para llevar a cabo una empresa tan compleja como la que consiguió la URSS en aquel tiempo, y es enorme el valor que demostró Yuri Gagarin al aceptar el reto de ser el primero.
Es difícil hacerse una idea del enorme esfuerzo que supuso el éxito de este vuelo en el programa espacial soviético. La infraestructura industrial de la Unión Soviética venía de haber sido devastada por la guerra hacía tan solo 16 años, las purgas de Stalin habían diezmado el talento científico y técnico en la URSS, y el país había perdido decenas de millones de vidas a causa de ambas tragedias. También por todo esto, el exitoso vuelo de Yuri Gagarin fue una auténtica hazaña técnica y humana, y fue un testimonio del talento y capacidad del programa espacial soviético y de su responsable más destacado: Serguéi Koroliov, el principal motor detrás de esta proeza, una proeza por la que un ser humano vivió durante casi dos horas fuera de su mundo de origen por primera vez en la historia de nuestra especie.
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