El Apollo XII es recordado, entre otras cosas, por el grave incidente que se produjo durante su lanzamiento, un 14 de noviembre de 1969; hoy hace 45 años. La actuación estelar del controlador de vuelo John Aaron salvó esta misión, cuyo objetivo fue realizar el primer alunizaje de precisión.
El 14 de noviembre se cumplió el 45 aniversario del lanzamiento del Apollo XII, una misión que tuvo por objetivo demostrar la capacidad de realizar alunizajes de precisión. A pesar de haber sido un éxito, el error en el alunizaje del módulo lunar Eagle del Apollo XI había sido de algo más de 6 km. Este desempeño no era deseable si se pretendía acceder a lugares específicos de interés científico en misiones posteriores, con lo que el Apollo XII fue la misión encargada de demostrar las técnicas de navegación y de guiado que la NASA desarrolló para poder realizar alunizajes de precisión, algo que consiguió al acabar alunizando a 164 metros de su objetivo, el Surveyor III, una sonda que se había posado en la Luna, en el Océano de las Tormentas, en 1967.
En esta entrada, sin embargo, no voy a hablar acerca de este hito sino que lo haré acerca del grave incidente que se vivió durante el lanzamiento del Apollo XII, un hecho por el que también es recordada esta misión. Este incidente fue resuelto por la intervención estelar de John Aaron, uno de los controladores de vuelo en Houston, y constituye aún a día de hoy un caso de estudio en los entrenamientos de controladores de vuelo en el Control de la Misión de la NASA.
El lanzamiento del Apollo XII se produjo a las 11:22 de la mañana (hora local) desde la plataforma A del complejo de lanzamiento 39 en el Centro Espacial Kennedy, Florida. La tripulación, formada por Charles ‘Pete’ Conrad (comandante), Richard ‘Dick’ Gordon (piloto del módulo de mando) y Alan Bean (piloto del módulo lunar), era así lanzada a la hora prevista en el segundo vuelo Apollo de alunizaje, en una misión que tenía como objetivo aterrizar con precisión junto al Surveyor III, en el Océano de las Tormentas.
El lanzamiento del Apollo XII se produjo inicialmente de forma satisfactoria; en el segundo 22, el comandante Conrad radiaba que aquello estaba siendo “un lanzamiento encantador. No está nada mal”, pero todo se torció pocos segundos después, en el segundo 36,5. En ese momento, cuando el poderoso cohete lanzador Saturno V se encontraba a casi 2 km de altura, las alarmas y luces de emergencia empezaron a salpicar todo el panel de instrumentos del módulo de mando que albergaba a la tripulación: más alarmas y luces de las que hubieran visto jamás en ningún entrenamiento. En el Control de la Misión en Houston, los controladores de vuelo empezaron a comprobar pérdidas de telemetría y a ver números que saltaban en sus monitores con valores que no tenían sentido. Mientras, a bordo de la nave, los tripulantes intentaban descifrar la situación y comentaban entre ellos todo lo que estaban perdiendo, Gordon afirmaba haber perdido “un montón de cosas” y Conrad que varios buses eléctricos se habían caído. El voltaje en los buses principales de corriente eléctrica había descendido drásticamente, varios sensores habían dejado de funcionar, diversos instrumentos mostraban medidas desajustadas y la computadora de a bordo no dejaba de reiniciarse.
La tripulación estaba desconcertada viendo que todo su panel de instrumentación se volvía rojo y en el Control de la Misión en Houston, nadie sabía lo que estaba pasando. El Director de Vuelo, Gerald ‘Gerry’ Griffin, al que los controladores se dirigían tan solo con el nombre de ‘Vuelo’ (‘Flight’) en la sala de control, como máxima autoridad de la misión, evaluaba las posibilidades, y la posibilidad de abortar la misión ciertamente era una de ellas. El controlador de vuelo John Aaron, ocupaba ese día en el Control de la Misión el puesto de EECOM (Electrical, Environmental and Consumables Manager), responsable de la gestión de los sistemas eléctrico, medioambiental y de los consumibles de a bordo. Él era el responsable de los sistemas que estaban fallando, por lo que era él el que debía tomar una decisión y transmitirla al Director de Vuelo; pero John Aaron tenía poca información en la que basar una decisión acerca de lo que hacer: su telemetría era muy limitada, y solamente le indicaba que las baterías de la reentrada estaban funcionando en modo de emergencia; el resto de datos eran incoherentes.
Como medida de precaución, las baterías que debían proveer de electricidad al módulo de mando durante la entrada atmosférica al final de la misión, se mantenían operativas y conectadas en modo de emergencia durante los lanzamientos para dar tiempo al personal de tierra a evaluar una posible situación de pérdida de alguna de las pilas de combustible localizadas en el módulo de servicio, las cuales eran las principales fuentes de energía eléctrica en el módulo de mando, la cápsula dentro de la que estaban los astronautas; pero las baterías del módulo de mando sólo duraban dos horas, con lo que si no se solucionaba la situación antes de ese tiempo, el viaje a la Luna no sería posible y la tripulación tendría que volver a casa; eso si no había que abortar la misión antes. Afortunadamente, los sistemas del cohete Saturno V, aunque afectados, no se estaban viendo comprometidos y su computadora de vuelo, independiente de la del módulo de mando, supo pasar a modos alternos de operación cuando detectó desviaciones ilógicas de algunas de las señales que recibía.
En estos momentos de crisis, todos los ojos estaban puestos en el joven EECOM, John Aaron, considerado un ‘hombre misil’ entre los controladores de vuelo, un apodo que recibían aquellos miembros del equipo que destacaban por su capacidad para resolver situaciones complejas bajo presión. Pasaban los segundos y la responsabilidad del éxito o del fracaso de la segunda misión tripulada a la Luna recaía cada vez con más peso sobre sus hombros, pero la telemetría era incoherente y John Aaron no veía cómo poder tomar una decisión, no había nada que pudiera apreciar que le pudiera dar una indicación acerca de lo que estaba pasando. La voz del Director de Vuelo se hacía oír por el circuito interno de comunicación no sin cierta preocupación “EECOM, ¿qué ves?”. John Aaron, su hombre misil, permanecía en silencio, reflexivo, con los ojos clavados en aquellos números saltarines y caprichosos que le consumían. En el minuto 1:02, Conrad informó además de que habían perdido también la plataforma inercial de navegación “Okay, acabamos de perder la plataforma. No sé qué está pasando aquí, todo se está viniendo abajo”. Consciente del peso de la presión del momento, pero concentrado en la tarea de averiguar qué estaba pasando, John Aaron observaba con atención los números incongruentes que le mostraban sus monitores. Debía tomar una decisión. Después de tanto tiempo de estudio exhaustivo de los más intricados y oscuros detalles del complejo sistema eléctrico y medioambiental de las cápsulas Apollo, después de tanto trabajo y de tantos entrenamientos en los que se practicaban toda clase de emergencias, se presentaba aquella situación que parecía no tener solución, a la que no sabía responder. Si había un momento real en el que alguien debía demostrar si era un ‘hombre misil’, aquél era el momento. Hay momentos en la vida que definen la trayectoria, la preparación y el trabajo de una persona. No todo el mundo vive ni tiene por qué vivir un momento definitorio en su vida, donde todo lo que has hecho antes no vale nada si fallas, no todas las personas pueden vivir la transcendencia de un momento en el que el éxito o el fracaso de algo grandioso depende únicamente de ti, de la decisión que tomes en un instante…, en el minuto 1:12 Conrad seguía recitando una lista interminable de anomalías “…pilas de combustible desconectadas, los buses 1 y 2 de corriente alterna sobrecargados, nos hemos quedado sin los buses principales A y B”…, todo en la vida había llevado a John Aaron a ese momento. Todo confluía en él y todo partía de él. Todas las miradas estaban puestas en él, todos atentos, expectantes, esperando su decisión, pero el joven controlador, impertérrito, acaso indiferente a la presión, iba a tomarse su tiempo, tenía esa seguridad, confiaba en sí mismo, era un hombre misil, aún no sabía cómo, pero no quería abortar, no iba a abortar; aquél era el momento de la verdad para John Aaron, su momento definitorio, su momento de fracaso o de gloria por el que sería recordado siempre, el momento para demostrar que John Aaron era un ‘hombre misil’, el momento para el que se había preparado toda su vida, … aquél era Su Momento.
Aquellos números sin sentido seguían saltando con valores aleatorios, incoherentes… pero John Aaron comenzó a atisbar un patrón… Sí, saltaban, caprichosamente, pero parecían hacerlo con un patrón, con un patrón que, tímidamente, como en una lenta revelación, John Aaron acaso creyó empezar a reconocer…, sí, su certeza aumentaba, cada vez estaba más seguro, si alguien hubiera visto sus ojos en aquel momento los habría visto brillar…, lo tenía, ahora sí; aquellos números coquetos y caprichosos bailaban, pero ahora lo podía ver, bailaban al son de una música…, una música que había oído antes. Los ojos expectantes en el control de la misión no lo sabían, pero ahora miraban a un hombre distinto… John Aaron empezaba a esbozar una sonrisa en su mente…, John Aaron ahora era un Hombre Misil.
Había sido el año anterior, durante una noche en la que estuvo presente en el tercer turno de una prueba con el módulo de mando que se hizo en el Centro Espacial Kennedy, en Florida. Según Aaron, los operadores del tercer turno en Kennedy no eran, al parecer, los más competentes, “no eran el Equipo A”, e incurrieron en una secuencia en la que la tensión del sistema eléctrico principal del vehículo cayó tanto que las baterías de apoyo entraron en funcionamiento. John Aaron tuvo que ayudar a los operadores a reconfigurarlo todo en aquella ocasión para que se volviera a una situación de modo seguro y que no se agotaran las baterías. Sin embargo, el patrón de los números que se generó durante aquella secuencia resultó ser bastante atípico e inesperado, y quedó impregnado en su mente. Al día siguiente, su curiosidad le llevó a averiguar qué había hecho que ese patrón se produjera. Ahora, en su monitor en el Control de la Misión, durante el lanzamiento del Apollo XII, reconoció aquél mismo patrón que había observado en aquél tercer turno de pruebas en Kennedy el año anterior.
Todo encajaba ahora en la mente del joven controlador quien, finalmente, se dirigió a través del circuito interno al Director de Vuelo “Vuelo, EECOM, SCE en AUX” (“Flight, EECOM, SCE to AUX”). En el escueto y eficiente lenguaje propio de las comunicaciones durante las operaciones de vuelo, el EECOM le decía al Director de Vuelo que la tripulación debía situar el interruptor SCE de a bordo en la posición ‘Auxiliar’ (AUX). El Director de Vuelo, Gerry Griffin, sorprendido, esperando cualquier otra instrucción, acaso la de abortar, pero también sorprendido por oír una instrucción tan inusual, pasó a acusarla incorrectamente “Dilo otra vez, ¿FCE en AUX”?…, el hombre misil le corrigió “No”, …y sus siguientes palabras aún se pueden oír hoy en la sala, vacía, histórica, del control de la misión en Houston, como un eco imborrable en el tiempo…, volvió a repetir, escueto… “SCE to AUX”.
El protocolo de actuación en el Control de la Misión dicta que la comunicación con la tripulación se realice a través de un puesto específico llamado CAPCOM (CAPsule COMmunicator), o comunicador con la cápsula, una posición ocupada por un astronauta en el Programa Apollo. Vuelo solicitó al CAPCOM, puesto ocupado en aquella ocasión por Gerald ‘Jerry’ Carr, que retransmitiera aquella insólita instrucción a la tripulación. En el minuto 1:36 de vuelo, un minuto después de que comenzara la crisis, Jerry Carr finalmente radiaba la instrucción que acabaría salvando el segundo vuelo de alunizaje “Apollo 12, Houston, intenten SCE en auxiliar, cambio”. Pete Conrad tampoco había escuchado nunca aquella instrucción “FCE en auxiliar. ¿Qué demonios es eso?… NCE en auxiliar…”; Jerry Carr volvió a repetir “SCE, SCE en auxiliar”.
SCE, Signal Conditioning Equipment, o Equipo de Acondicionamiento de Señal, es el sistema que convertía las señales proporcionadas por los instrumentos de a bordo en señales con el formato correcto para su transmisión de forma que pudieran ser reconocidas por las computadoras en tierra. Este interruptor tenía dos posiciones: la normal y la auxiliar. En su posición normal, en caso de pérdida de corriente en las pilas de combustible primarias, SCE alternaba a la fuente redundante, la de las baterías de reentrada en este caso. Sin embargo, por alguna razón que se produjo en el segundo 36,5 del lanzamiento, el sensor de corriente inversa de la nave había desconectado las pilas de combustible y la transición al sistema redundante no se había producido, por lo que esta transición se debía hacer de forma manual, lo que precisamente se conseguía poniendo el interruptor SCE en auxiliar. El interruptor SCE se encontraba a la derecha en el panel de instrumentos frontal, cerca de la posición ocupada por Alan Bean, quien finalmente lo situó en la posición requerida. Ahora, la telemetría volvía a recibirse con normalidad en la sala de control y la información del estado de la nave podía ser escrutada por los controladores de vuelo. Ahora estaba claro que, entre otras cosas, las tres pilas de combustible alojadas en el módulo de servicio se habían desconectado. La tripulación fue instruida para reconectarlas de nuevo pero Conrad, como comandante, instruyó a Alan Bean, encargado de esa reconexión, para que no lo hiciera aún.
Habían transcurrido algo más de 2 minutos desde el lanzamiento y se aproximaba el momento de la separación de la etapa S-IC del Saturno V. Hay una máxima en pilotaje que dicta no apresurarse a actuar si la nave vuela adecuadamente. Muchos accidentes aéreos se han dado cuando el piloto se ha apresurado en su reacción a un fallo en algún sistema de su nave cuando la nave estaba realmente volando adecuadamente a pesar de ese fallo. Es realmente un mito la idea de que los buenos pilotos de pruebas toman decisiones instantáneas. La realidad es que un gran porcentaje de las decisiones que se tomen de forma apresurada serán erróneas. Un buen piloto se tomará el tiempo que pueda para tomar una decisión ante una crisis. A pesar del sonido de alarmas y de las luces de emergencia en el módulo de mando, a pesar de que muchos sistemas se hubiesen venido abajo y de que no se supiera lo que estaba pasando, ninguno de sus tripulantes se apresuró a actuar ya que el Saturno V, a pesar de todo, seguía volando de forma satisfactoria. Eso era entonces lo importante, y lo que había que reconocer bajo la enorme presión del momento, algo que podría confundir a quien no fuera un experimentado piloto de pruebas. Ahora, cuando la situación había sido evaluada y entendida, y cuando la tripulación había sido instruida para reconectar las pilas de combustible, de nuevo, la máxima de pilotaje volvía a estar presente en la cabeza del comandante. Éste decidió prudentemente que la reconexión se hiciera después del momento crucial de la separación de la etapa S-IC. Seguidamente a la separación, Alan Bean procedió a reconectar las tres pilas de combustible. Lo hizo de una en una y después de tomarse el tiempo necesario para comprobar que la reconexión de cada una de ellas era satisfactoria y no ocasionaba problemas.
Pocos segundos después, el propio comandante Conrad aventuraba una hipótesis que podría explicar la crisis “no estoy seguro de que no hubiéramos sido impactados por un rayo”. Aquél día había un frente frío pasando por la zona de lanzamiento con nubes que llegaban hasta una altitud de 7 kilómetros y había algo de lluvia. Si bien la asistencia del Presidente Nixon al lanzamiento ha sido interpretada por algunos como un factor para que se decidiera lanzar finalmente a la hora, la realidad fue que las condiciones meteorológicas existentes no violaban los mínimos bajo los que las normas de la misión dictaban que no se lanzase. El comandante del Apollo XII, Charles ‘Pete’ Conrad, tampoco vio un problema en estas condiciones cuando fue informado sobre ellas unos minutos antes del lanzamiento, con lo que se procedió al mismo según estaba previsto. Efectivamente, los análisis posteriores al vuelo demostraron que la propia presencia del cohete Saturno V al atravesar las nubes presentes en el área de lanzamiento había desatado dos rayos que viajaron desde el mismo cohete hasta la plataforma de lanzamiento en tierra. Uno de ellos se produjo a los 36,5 segundos de vuelo y el otro, de menor intensidad, se desató 56 segundos después del lanzamiento. El resto de problemas a bordo fueron resueltos durante el resto del lanzamiento y la plataforma de navegación fue recuperada una vez el Apollo XII estuvo en órbita alrededor de la Tierra. A partir de ahí, la misión del Apollo XII se desarrolló sin incidentes.
Poco después de los 4 minutos de vuelo, Conrad le decía a Houston con ironía que aquella había sido “una de las mejores simulaciones”; el CAPCOM en Houston no pudo evitar aliviar entonces su tensión “Hemos tenido un par de paradas cardíacas aquí abajo también, Pete”, a lo que Conrad, como reflejo de la tensión vivida a bordo, concluyó diciendo “aquí arriba ni siquiera hubo tiempo para eso”. Cuando el Saturno V estaba cerca de entrar en su minuto 7 de vuelo y el lanzamiento estaba bajo control, la tripulación pasó a reír a carcajadas acerca de lo ocurrido “había tantas luces que no las podía leer todas”, “nunca vi tantas”, “menuda simulación nos hicieron”… entre intensas risas nerviosas, después de que aquel gran susto hubiera pasado, la etapa S-IVB del Saturno V llevaba a Conrad, Gordon y Bean a su órbita correcta, su misión seguía adelante para cumplir con el objetivo de realizar el primer aterrizaje de precisión en otro mundo… Mientras, John Aaron, en su puesto de EECOM, seguía vigilando sus monitores con los datos que recibía por telemetría…, tranquilo, ¿cuándo dudaron que John Aaron no fuera un Hombre Misil?
El siguiente vídeo en inglés, de 4 minutos, constituye un gran reportaje sobre este incidente
Gracias por compartir esta historia, no la conocía ni la del Módulo Lunar del Apolo XI y el problema con su radar minutos antes de su alunizaje, sólo el accidente del Apolo XIII. Es admirable la inteligencia, la capacidad de análisis y autocontrol de Mr. John Aaron, así como el temple y el carácter de esos valientes astronautas del Apolo XII.